
Dentro de cada ser humano parecen habitar dos fuerzas: por un lado, la necesidad de pertenecer y sentirnos parte; por otro, la necesidad de individuarnos, de ser auténticamente quienes somos. Una nos llama a buscar cobijo en la tribu, a acercarnos a los demás; la otra nos invita a desplegar nuestra singularidad irrepetible.
Con frecuencia, esa autenticidad queda resguardada —o incluso sofocada— detrás de una “persona de cartón”, una máscara que levantamos para poder encajar en el mundo. Pero al refugiarnos tras ese muro, terminamos aislándonos no sólo de nosotros mismos, sino también de la posibilidad de un encuentro genuino y profundo con otros.
En este video, Zefrank nos recuerda que, aunque la autenticidad pueda sentirse frágil, expuesta y solitaria, paradójicamente, sólo a través de ella podemos tender un puente verdadero hacia otro ser humano.
Quizás la pregunta sea entonces: ¿qué queda de nosotros —y qué se revela— cuando nos atrevemos a dejar caer la persona de cartón?
